FAB 2024

Efecto FAB

Ni distópico ni utópico, el futuro puede ser posible

Por Agustina Osorio //

Del futuro distópico a uno posible

En el cine existe un género muy prolífico y con fervientes seguidores, que retrata el futuro del mundo (y a veces de las galaxias), con foco en el avance tecnológico, las consecuencias en la naturaleza, los seres humanos y las formas de ejercer el poder. 

La ciencia ficción nos ha traído a la pantalla joyas como la saga de Terminator, La Guerra de las Galaxias, Blade Runner, Mad Max, Dunne y Waterworld. 

En general, en todas prima la visión de un futuro distópico, donde el escenario son desiertos, valles inundados o megalópolis sin espacios verdes, regidos por el caos o por tiranos. Ese es el futuro imaginado. 

El cine puede representar o crear sentido. Por eso, un grupo enorme de creadores pusieron en marcha otro tipo de proyecto audiovisual que muestra no solo los problemas actuales de nuestro planeta, sino también parte de los movimientos y acciones que están sucediendo hoy en día y que nos permite imaginar un futuro posible. 

Antonio Balseiro es barilochense. Su apellido ya tiene un arraigo con esta ciudad y con la ciencia, pero él forjó su desarrollo profesional y trayectoria en la industria audiovisual, la animación y la publicidad. Si bien hace años está radicado en Buenos Aires, Bariloche tiene la suerte de ser protagonista del estreno de su serie en el marco del FAB. 

El origen del futuro

El futuro (im)posible, es una serie de 10 capítulos que combina animación con fondos reales. En su origen, según nos cuenta Antonio (Toni), tiene dos cuentos fundacionales. 

“Hace muchos años, estábamos hablando de economía en un bar, después del trabajo y una amiga economista, Mercedes D’Alessandro, decidió darnos clases de economía en el estudio de animación, abierto a distintas personas, en especial comunicadores/as” , nos comparte en la entrevista para Efecto FAB. 

“La economía es algo central en la vida de la gente y las personas comunes sabemos muy poco de algo que nos regula la vida”. En aquel momento, ya se estaba gestando una idea de relacionar la economía con los dibujos animados. 

“Siempre lo imaginamos como un proyecto de denuncia, en especial de denuncia a los bancos. Fue la época en la que Wall Street fue rescatado con plata de los contribuyentes, lo cual pasó desapercibido por la mayoría de la gente”. El contexto y la información hicieron que Toni y Martín Haas (su compañero en la dirección del proyecto) se enfocaran en lo negativo y en la injusticia de este sistema; sin embargo, cuando Martín hizo un curso de ecoaldeas en España, pudo ver que había que poner el foco en la solución.  

A su vez, comenta que “cuando Greta (Thunberg) empezó a hacer lío con lo del cambio climático, empezaron a caer varias fichas en simultáneo. Nos dimos cuenta que, en realidad, existe una historia en la que vos pensás en el cambio climático, en la permacultura, en la crisis económica, en la concentración del poder y donde todo eso se resuelve al mismo tiempo. Tiene que ver con todas esas ideas que unen al diseño regenerativo con la economía del Bien Común, la economía circular, etc. Son un montón de teorías que, todas juntas, te describen un mundo posible en el que podés solucionar el cambio climático y la pobreza al mismo tiempo”. 

Algunas ideas a desmitificar

El proyecto se centra en transmitir ideas y acciones inspiradoras que están llevando adelante muchas personas en diferentes lugares del mundo pero también expone las discusiones y debates que se dan en torno estas posibles soluciones y los problemas que tenemos ahora. La representación en la serie se da en un grupo de  personas alrededor de un fogón que intercambian opiniones al respecto. 

Toni lo expone de manera clara. “Hay ciertas ideas que hay que desmitificar. Me parece bruto pensar que el ambientalismo se opone a la generación de trabajo y al avance de la ciencia. Es ridículo eso”. 

A esto agrega que “si cambiamos algunas reglas podría generarse empleo sanando, a la vez, el ecosistema y alimentando a la gente, generando la energía necesaria, etc”. 

El principal problema ecológico que tenemos, explica Toni, es que “no queremos aflojarle a la concentración de la riqueza. Entonces producimos comida, materiales, todo del mejor modo para concentrar riqueza. No es el mejor modo para generar empleo, ni producir comida, ni nada de eso; es solo una muy buena manera de ganar dinero (para unos pocos) pero, en nombre de eso, destruimos todo”.

El mercado es una mala manera de ver el mundo

En la entrevista Antonio insiste en remarcar que El futuro (im)posible es un proyecto colectivo. “Es un proyecto que no tomo como algo autoral, sino como una especie de manual colectivo. No es una obra nuestra sino un manual donde lo interesante son las ideas de un montón de gente muy inspiradora”, aclara antes de empezar.

Lo colectivo se fue dando de una manera no planificada, Toni, junto al también barilochense, Martín Haas, en un principio quisieron hacer una película tradicional;  sin embargo, se fueron encontrando con limitaciones propias de la industria. Por ejemplo, el hecho de que ambos tuvieran trayectoria en la animación pero no en documentales, no generaba confianza en posibles productores; sumado a que “como película de animación era barata, pero como documental, era caro”, comenta Toni. 

No obstante, esas dificultades, terminaron siendo la enseñanza necesaria para convertir el proyecto en lo que es hoy. “Es casi una historia metafórica, porque en el fondo, una de las cosas que aprendimos en este proceso es que, cuando ves todo con el prisma del mercado, quedan muchas cosas afuera. El mercado es una mala manera de ver el mundo. No se puede comprender todo con esa mirada”

Por otra parte, la idea de lo colectivo apareció en el contenido. “La idea de que las soluciones que tenemos que implementar tienen al colectivo y al pensamiento comunitario en el centro, aparece en un montón de estas personas que nos inspiraron, desde cosas muy distintas”, explica y amplía “ante la negativa del mercado, a parecían estas ideas interesantes que proponían lo comunitario como forma de solucionar problemas, supongo que nos inspiramos y decidimos encararlo de otro modo”, comenta. 

“Así arrancó una versión diferente, sin dinero y sin el presupuesto ni los tiempos tradicionales del mundo audiovisual”. No obstante, también explica que, en la toma de decisiones mantuvieron una estructura más vertical, basándose en la generación de los acuerdos necesarios para hacer algo compartido. 

Un proceso con tiempos de otro mundo

El tiempo que llevó hacer este proyecto vio pasar muchos cambios a nivel socioeconómico y político en el mundo, los cuales afectaron, en parte, la narrativa y foco de lo que sería contar. Si bien hubo desmotivación al tener que hacer y deshacer “lo que me parece importante, en el fondo, lo interesante son ideas muy profundas de otras personas que siguen vigentes más allá de lo coyuntural; que tienen relación con ver el mundo de otro modo, que el mundo no es estrictamente el mercado”, comenta y agrega “el mercado puede ser bueno como una herramienta, pero no podemos dejar que sea el mercado el que regule la existencia de toda la vida en el planeta”, explica Toni. 

A esa explicación, le suma que, a pesar de los cambios, dejaron en la serie “usamos las ideas más filosóficas y profundas. Por un lado, creo que el relato ganó un poco de profundidad y se volvió más interesante y, por otro, zafamos de que pierda vigencia”

La conversación se extiende, casi como si no conociera tiempos; podría continuar pero es más valioso acercarse a la serie y disfrutarla en pantalla grande en el FAB y luego repetirla en YouTube, ya que estará liberada para la Argentina, en breve. 

Antes de terminar, es inevitable preguntarle a alguien que trabaja hace años en la producción audiovisual qué tiene para decirle a quienes recién se inician. Antonio es claro “yo les diría que no piensen en gustar tanto. Que no piensen en que el mercado los obligue a hacer cosas que les guste a otros… sino que piensen en lo que les gustaría ver a ellos. Creo que eso es lo más valioso que puede hacer una persona que va a hacer algo audiovisual. Porque el mercado te jode la vida también como creador cuando te obliga a crear algo para que le guste a otros”. 

Hay un ejemplo que viene a su mente cuando explica que “siempre pensamos en el mercado como un problema a la hora de conseguir financiación; pero también es un problema a la hora de imaginar. Porque, como nos enseñan a ver el mundo a través de ese prisma, nos termina cercenando nuestra imaginación y cuando vemos a alguien libre, que pensó de otro modo, como Lucrecia Martel nos emociona muchísimo. En parte lo que nos emociona es su sensibilidad y en parte la fe que se tuvo a sí misma para filmar algo distinto, con una estructura distinta; que solo funciona porque ella ve el mundo de una forma particular”

La serie El futuro (im)posible, se estrena en esta semana y esperamos que tenga una gran llegada en todo el público. Quizás no podamos decir que el futuro ya llegó pero que es posible verlo desde una perspectiva más positiva y alentadora.

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