
Por Anajulia Lede
La noche del viernes 3 de octubre estuvo consagrada al terror y la ciencia ficción en el FAB. Para ritualizar esta edición número 13, el FAB ha tejido una alianza especial, sumando a su programación al Festival Nieve Roja, un Festival dedicado al terror, la ciencia ficción, lo fantástico y lo bizarro, con sede en El Bolsón.
En la numerología, la unión del 1 (lo nuevo, el inicio) y el 3 (la manifestación, el cambio) simboliza una poderosa revelación y transformación. Esta decimotercera edición del FAB encarna ese espíritu de expansión, abriendo su pantalla a Latinoamérica con una nueva competencia internacional.
Y qué mejor para celebrarlo que aliándose con el festival más cercano, joven y con proyección global. Con 6 ediciones, Nieve Roja ha logrado un destacado posicionamiento. No solo ha traspasado fronteras participando en festivales de Chile, sino que también ha cruzado el océano para presentarse en el prestigioso Terror Molins de España. Estas alianzas estratégicas son un gran impulso para hacer crecer la industria, ampliar el público y fomentar el desarrollo profesional.
La relación entre el FAB y Nieve Roja se fortaleció durante la pandemia, con el nacimiento de la Red de Festivales Patagónicos, uniendo fuerzas para impulsar el cine de la región, junto con el acompañamiento del Polo Audiovisual.
Para entender los orígenes de este festival, conversamos con Matías Ballistreri, su director y programador.
«El festival lo fundamos en 2019 con Fabian Soto. Arrancó como una muestra de cortos patagónicos de fantástico, terror y ciencia ficción, casi por curiosidad. Nos dimos cuenta de que, como nosotros, muchos realizadores independientes no tenían una pantalla específica en la región para este tipo de cine. Al ver esa ausencia, decidimos crearla. Comenzó siendo una muestra de dos días, la fuimos sosteniendo año a año y terminó convirtiéndose en un festival. Algo clave es que la mayoría de nuestro equipo está formado por realizadores audiovisuales».
Mientras las palabras de Matías flotaban en el aire, Diego Carriqueo, director artístico del FAB, añadió como un acto mágico: «Nieve Roja viene en un camino de expansión internacional y es el festival más cercano que tenemos. Acercarnos es la forma de seguir creciendo y expandiendo la pantalla del FAB».
Para cerrar este ritual, buscamos la perspectiva de quien ha vivido el festival desde dentro. Lucía Maia Benamo, profesional audiovisual, voluntaria y tallerista de Nieve Roja, compartió su experiencia:
«Mi acercamiento al festival nació del interés por conocer el ambiente audiovisual del territorio y encontrar colegas. Me encantó lo bien organizado que estaba todo. El segundo año me acerqué con un taller experimental de videodanza, llamado ‘Conjurar la imagen, cultivar la mirada’. Fue iniciático; fue mi primera vez trabajando en grupo, ya que hacía años que lo venía haciendo con cámara fija, uno a uno. El festival me permitió explorar expandirme y estuvo increíble. Gracias a estos movimientos encontré un gran productor y una gran amiga».
– ¿Por qué recomendar asistir a festivales como Nieve Roja?
–Por dos razones. Primero, hay un montón de películas que no llegan a las salas comerciales; sin estos festivales, no las verías. Vas a ver algo nuevo, seguro. Y segundo, está la gente realizadora y productora. Están ahí, accesibles; te podés acercar a preguntar lo que quieras.
Que las voces del más allá susurren buenos augurios para esta unión. Lejos de la mala suerte, el FAB y Nieve Roja tejen una red de expansión y resistencia. Una trinchera, donde la pantalla patagónica se defiende y se proyecta más lejos que nunca.